Por Detrás de los Transplantes - 2ª Parte

Vamos a intentar develar lo que se esconde detrás de las pretendidas “verdades” divulgadas sobre los transplantes de órganos, tan ávida e insensatamente aceptadas por la mayor parte de la gente:

  1. Alegación: Donar órganos es un acto de nobleza y altruismo.

    Hechos: Sería más acertado decir que, quien dona sus órganos pretende quedar libre de ser rotulado de torpe y egoísta. También otras motivaciones, nada nobles, hacen lugar a esto, como el temor de no seguir con la mayoría y la creencia de que esa buena acción será acreditada en el cielo. Una persona capaz de pensar seriamente sobre el tema y, sobre todo, que todavía escucha la voz de su intuición, jamás donará los órganos de su cuerpo terrenal bajo ningún pretexto.

  2. Alegación: La retirada de órganos para transplantes es absolutamente indolor, ya que ocurre solamente después de constatada la muerte cerebral.

    Hechos: Infelizmente hasta hoy, ningún donante pudo confirmar esa suposición. El concepto de muerte fue convenientemente alterado para permitir la práctica de los transplantes. Antiguamente, una persona era declarada muerta cuando cesaba la circulación sanguínea. Hoy día, con la innovación de la muerte cerebral, se muere mucho antes que eso y con todos los órganos vitales funcionando, incluso el corazón. Para ser aprovechados en transplantes, los pulmones, riñones, hígado, páncreas y el propio corazón, precisan ser retirados mientras este último todavía está latiendo. Pero, sucede que, mientras el alma permanezca conectada al cuerpo físico, lo que generalmente dura por algunos días, después de la muerte terrena, el donante sentirá del modo más doloroso todo el proceso de retirada de sus órganos.

    Es absolutamente irrelevante si en la Tierra él creía o no en una vida después de la muerte; su creencia o su escepticismo no lo libran de experimentar ese horror, totalmente impotente, en seguida de la llamada, “muerte cerebral”.

  3. Alegación: Actualmente el proceso de rechazo está totalmente controlado.

    Hechos: El rechazo natural del organismo al implante de órganos ajenos puede ser contenido con drogas, pero, no eliminado. No hay “cura” para el rechazo. El transplantado nunca más podrá dejar de tomar esas drogas, que en verdad, inhiben la capacidad del cuerpo de reaccionar ante una agresión externa. Justamente por tratarse de un proceso natural, el rechazo debería haber servido de alerta contra la práctica de los transplantes. Pero no. Sería esperar demasiado de la ciencia médica. Con sus anteojeras intelectivas, divisando siempre lo meramente terrenal delante suyo, los investigadores prefirieron desarrollar drogas inmunodepresoras, cada vez más potentes, con la finalidad de estirar artificialmente, al máximo, la vida de sus cobayas humanas.

  4. Alegación: La donación de órganos es un acto de amor abnegado. Por eso, no es lícito que alguien venda un órgano con la finalidad de un transplante, ni tampoco de verse privado de él sin su conocimiento o autorización.

    Hechos: No es lo que piensan algunas de las lumbreras que se esmeran en perfeccionar continuamente la mentira del siglo, mucho menos, lo que sucede en varias partes del mundo. En un artículo en el Journal of Medical Ethics (ironía), un profesor inglés tranquiliza a la novel clase de comerciantes nefrológicos: “No existen argumentos morales conclusivos contra el pago por la donación de riñones.” El gerente de una institución francesa especializada en esa actividad tiene la conciencia tranquila: “ Es un proceso gratificador, porque se consigue hacer felices a dos personas.” Un profesor de Bioética - una cátedra nueva en la enseñanza de la medicina (inútil, sin duda) - está convencido de que, la humanidad está pasando por una evolución de mercado: "En los tiempos de la esclavitud el hombre era vendido entero; hoy en día, riñones son vendidos y comprados con facilidad en India y en otros países.”

    Efectivamente, en Europa ya existen agencias de turismo que venden por US$ 20 mil un paquete completo, incluyendo pasaje, internación, compra de riñón, y cirugía de transplante. En 1989, la revista The Lancet informaba por primera vez que, los riñones les eran retirados a prisioneros condenados a muerte en Cantón, China. El riñón es seguramente la mercadería más buscada, pero ya es posible encomendar en el mercado internacional cualquier parte del cuerpo humano: córneas, hígados, pulmones, etc. En un artículo publicado en la revista Philosophy, un científico propone la creación de una “lotería de la supervivencia”, se mataría al elegido y sus órganos se distribuirían a los miembros del grupo que precisaran de uno o más transplantes; de ese modo, se podrían salvar varias vidas, sacrificando tan solo una… La última novedad vino de parte del Dr. James Watson, que desde lo alto de su autoridad de Premio Nóbel de Medicina, amenazó: “Cuando podamos producir un androide con órganos humanos perfectos y sin cerebro, para proveernos de órganos para transplantes, ¡vamos a hacerlo, y listo!”

  5. Alegación: Si usted no dona sus órganos, serán comidos por los gusanos de la tierra, después de la muerte; por eso, deles un destino más noble.

    Hechos: Con su crónica ignorancia en relación a la vida espiritual, y su incurable propensión a aceptar cualquier cosa sin pensar, visualizando en todo apenas los efectos exteriores, el ser humano es fácilmente persuadido a creer en cualquier falacia. Todo lo que ultrapasa su estrecho campo de visión material, es declarado simplemente inexistente y así, se da por satisfecho. O, entonces, con su incorregible indolencia, acepta apáticamente algunas suposiciones religiosas sobre el más allá, y se va a dormir tranquilo, el sueño de los justos. El cuerpo humano no es una máquina, cuyas partes pueden ser sustituidas por piezas originales de repuesto, en el momento en el que se presenta algún defecto. El cuerpo es el instrumento que posibilita la acción del espíritu sobre la materia. Le es dado en préstamo, exclusivamente, a un determinado espíritu, durante su peregrinación por la materia, y cuando terminada, debe ser devuelto a la tierra. Durante el tiempo de utilización, debe ser muy bien cuidado y conservado, sin lo que el espíritu no podrá actuar como debe. Si una de sus partes presenta un problema, es señal de que no ha sido bien cuidada, o entonces, que el respectivo espíritu trajo consigo un lastre cármico que tuvo que efectivar en el cuerpo terreno, generando dolencias. En ambos casos, el responsable por la falla de algún órgano del cuerpo, es el propio espíritu humano, jamás es un “azar del destino”. Lo que el transplante proporciona, es la imposibilidad de que el transplantado redima, a través del reconocimiento, alguna culpa proveniente de vidas anteriores, además de sobrecargarlo con una nueva. En relación al donante, basta decir que el espíritu es conectado al cuerpo en la encarnación, y queda preso a partes de ese cuerpo si continúan a vivir en otros cuerpos. Por causa de los aprendices de Frankenstein, los donantes de órganos se ven imposibilitados de ascender a otros planos de la Creación después de sus muertes.

Es eso. Mentiras sobre mentiras. Y todas con la apariencia de verdades cristalinas.

Si el ser humano insiste en creer en los alegatos de la ciencia médica sobre los transplantes, eso es únicamente, asunto suyo. Pero, lo que no puede admitir, en ninguna hipótesis, es que le sea mostrada apenas una de las caras de la moneda, situación que, aliada a la tendencia humana de “hacer lo que todos hacen” oscurece en mucho la capacidad de decidir con imparcialidad, cuando no la impide totalmente.

Tal vez, mucho sufrimiento podría haber sido evitado en la Alemania nazi, si existiera en aquella época, una prensa realmente libre, imparcial y valiente, que, aún imposibilitada de contraponerse abiertamente al orden reinante, al menos hubiera mostrado a los ciudadanos del país, el lado negro del régimen. En la época actual, la tiránica ideología mundial de los transplantes de órganos prácticamente no encuentra adversarios. Es el Gran Hermano, que doblega gobiernos y pueblos bajo una dictadura obligada y no presentida. Sin embargo, aún hay tiempo de recuperar la libertad perdida. Al menos, la libertad de decidir.

Roberto C. P. Junior