Concepto de Belleza

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En nuestra época, es casi unánime el consenso de que, para que un fenómeno pueda ser plenamente comprendido, es preciso disecarlo antes con el raciocinio. De otra forma el conocimiento no se puede concebir. Apenas cuando algo es clasificado hasta en sus minucias por la fraseología académica, se granjea credibilidad y se transforma en algo de pleno de valor, y así, digno de reconocimiento.

Estamos tan acostumbrados con ese “método de evaluación”, tan convencidos de su eficacia, que ni siquiera nos damos cuenta de cuán restricto es, o mejor, de cuánto nos restringimos nosotros, al someternos a él, voluntaria e incondicionalmente. No percibimos, de ninguna manera, lo limitada que es la capacidad analítica del cerebro, absolutamente incapaz – debido a su propia constitución material – de comprender fenómenos cuyo origen se encuentra muy por sobre el espacio y el tiempo terrenos. No percibimos esa limitante, exactamente porque hacemos uso del raciocinio para todo, y este es nuestro más grande error.

Así, de fenómenos gigantescos, sólo conseguimos percibir miserables fragmentos, formando imágenes desenfocadas, que ni de lejos presentan cualquier semejanza con la realidad. Culpa nuestra, que elevamos la córtex cerebral a ícono máximo de la evolución humana, en perjuicio del espíritu. Culpa nuestra, que somos todo oídos a las artimañas del intelecto y completamente sordos a la voz de la intuición.

Tómese por ejemplo, el concepto existente actualmente, a respecto de la belleza. A la sola mención de esa palabra, surgen, en los cerebros de las personas más evolucionadas, imágenes de hermosos paisajes y sonidos de la naturaleza, mientras que en los de otras, aparece solamente el rostro de tops models y de artistas de cine. No se va más adelante, solamente para atrás y para abajo, pues la mayoría considera incluso, como belleza, el impudor y la lascivia. Con pocas variantes, el concepto de belleza, hoy, se reduce a esas concepciones.

Claro que podemos llamar bella a la naturaleza. Bella siempre será, pues su formación no está sometida a la influencia humana. La naturaleza, solamente se degrada de alguna manera, cuando el ser humano echa sobre ella su mano, provocando desequilibrios de múltiples formas. Sin embargo, la belleza de la naturaleza que nos es visible, es apenas una parte diminuta de la indescriptible belleza reinante en la obra de la Creación, de la cual, la materia se constituye apenas en el último y más denso plano.

Con relación a la belleza física, es de causar espanto la desmedida importancia de que disfruta, con lo efímera que es. Algunas pocas décadas son suficientes para que se desvanezca entre arrugas, dobleces flácidos, pigmentos seniles y canas. Qué angustia, absolutamente innecesaria y despropositada, trae el proceso natural de envejecimiento a tantas personas inconformadas con él. Una gente atormentada por sí misma, que lucha ferozmente para, con cremas, pociones y plásticas, traer de vuelta una juventud, hace mucho tiempo diluida.Triste cuadro ese.

La belleza no es eso. La belleza no se limita a eso. La belleza es algo mucho, mucho mayor. Es el efecto natural e inevitable de todo y cualquier fenómeno que se procesa en conformidad con las leyes de la Creación. Todo lo que actúa de acuerdo y se amolda a esas leyes, será siempre bello. Siempre. Es imposible que no lo sea. Aún aquí en la Tierra podemos constatarlo, aunque es escala reducida, observando la belleza siempre renovada de la naturaleza. Como se desarrolla incondicionalmente según esas leyes, no sometida a la voluntad humana, la naturaleza tiene que, necesariamente, ser bella. ¿Alguien, por casualidad, ha visto alguna flor fea?

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la causa de todo lo que no es bello, sobreviene exclusivamente de una acción contraria a las leyes de la Creación, o leyes naturales. Sufrimiento, dolor, miseria, hambre, enfermedades, no son obra del acaso, no son golpes del destino ni castigos divinos, sino efectos automáticos de la voluntad humana equivocada. Jamás se planificó que cosas de este tenor pudieran existir aquí en la Tierra. Fue la propia humanidad la que insistió en crear para sí misma cosas tan feas, al actuar tercamente, durante milenios y milenios, en sentido diametralmente opuesto al indicado por esas inflexibles leyes. En vez de dirigir su libre aldedrío a aumentar aún más la belleza circundante, como era de esperarse, la humanidad como un todo, hizo lo contrario.Y ahora se sorprende al verse obligada a vivir en medio al horror de sus falsas obras .

Quien quiera vivir rodeado de belleza, tiene que construirla para sí. Y eso no es difícil. Basta con que la respectiva persona se esfuerce por vivir de acuerdo con esas pocas y simples leyes naturales, intentando orientar sus pensamientos, palabras y acciones siempre en el sentido constructivo, en el sentido del bien. Si persevera en eso, su vida y también la propia persona, se volverán nuevamente bellas, como resultado de la acción de esas mismas leyes.

Los que orientan sus vidas de esta forma, son siempre bonitos. Son aquellas personas (pocas) que parecen clarear el ambiente con su sola presencia, y que atren magnéticamente a otras, también poseedoras de buenas cualidades. Hombres que inspiran confianza y mujeres que irradian gracia. Son bellos en el verdadero sentido de la palabra, poco importa si jóvenes o viejos.

Infelizmente, éstos son la excepción, cada vez más rara. La mayor parte de la humanidad está constituida de almas feas, muchas, realmente horribles, deformadas por el egoísmo, por la mentira, por la envidia y por el odio. Seres que, en mayor o menor grado, corrompen el ambiente y contaminan el aire a su alrededor. Son, sí, criaturas horripilantes, aún cuando el reflejo de sus cuerpos en el espejo pueda ser llamado de agradable.

En el futuro, cuando el concepto de belleza haya sido enderezado a la fuerza, así como todo lo demás que la humanidad ha torcido en su ceguera espiritual, la Tierra volverá a ser habitada únicamente por seres humanos bellos, en la más completa acepción del término. Toda la vida volverá a ser bella, tan maravillosa y linda, como ya lo fuera al inicio.Y como debería haber permanecido.

Roberto C. P. Junior